Theos

  
Me detengo, sé que estoy cerca.
Caigo lentamente; el aire me sostiene y me envuelve.
Temeroso deleite de inconsciencia me invade.
Ahora puedo palpar y empuñar la tierra suave.
Las raíces emergen, recorren mi piel y me estrechan fuerte.
Las hojas caen bailando en el aire;
llegan a cuanto lugar donde las pueda sentir;
me cubren; las siento morir.

Mientras me voy desvaneciendo,
mi sangre corre por ríos eternos;
mi alma va floreciendo.
Mi corazón late al ritmo de la electricidad de la tierra.
Ahora veo a través de las estrellas;
siento la eternidad del universo;
respiro en los retozos del viento.

Mis brazos se han vuelto árboles inmortales;
mis huesos, roca indesgajable.
Mi alma se adentra en las profundidades
como neblina espesa que invade;
ahora habita en el agua y desierto,
en el hielo yerto
que entumece y espanta la nimiedad;
me deja sentir en los labios su húmeda sequedad.

La pasión ya es lava ardiente,
esperando ser redimida
para quemar y fundir perpetuamente,
para mostrar que en su letal abrazo hay vida.
La razón y los recuerdos se entremezclan,
sujetos a la evocación de la estrella maestra,
fugándose al cielo disperso,
libres de la frontera del exánime cuerpo.

Ya no estamos confinados.
La pasada existencia ahora es materia inerte.
Ya no eres uno, ya no soy yo
y los que cayeron ayer tampoco lo son.
Somos futuro, presente y pasado;
somos el todo y la nada, una única mente;
somos lo que sigue al final, después de la muerte…
  
Morgan Le Sorcier. 11-11-11