Irreal

  
Perdido en la inmensidad y en la nada,
entre las estrellas y la melancolía,
de nunca estar cerca de ellas.
Al borde de saltar al abismo,
fuera de mi consciencia.

En el último respiro que puedo contar con ella,
pasando lentamente, por el umbral de la muerte:
sin saber de nada, entiendo que no hay nada.

Como una cortina, amaneciendo,
abro de par en par —a dos manos—
mi pecho y está vacío.
No puedo ver el fondo, como en el universo.

Intento volver atrás para respirar una vez más;
no sé cómo hacerlo.
Solo puedo sentir el dolor febril,
tan intenso que me adormece el cuerpo;
es lo más cercano a estar vivo.

Deslizo mis dedos por los bordes perfectos,
de arriba a abajo —lentamente— no hay resistencia.
Sintiendo, con certeza, lo que sé que encontraré:
lo mismo en todo el recorrido.

La misma vida que fue, es y será, hecha para aplastarme.
El mismo mundo decadente que se derrumba a mi lado,
mientras voy pasando;
intento que no me alcancen sus pedazos;
también me derrumbo por dentro.

Ahora que la vida se volvió este dolor febril.
Ahora que las noches no terminan
y cuando lo hacen, solo dan paso al terror;
¿Voy a poder sobrevivir así, en medio de tanta miseria?
¿Voy a encontrar la forma de volver a respirar
y prolongar esta eterna agonía,
que lleva tanto tiempo, que lleva más de la cuenta?

Miro por la ventana,
con resignación, el cielo gris.
Mientras mi voz, paulatinamente se apaga.
En medio del abatimiento,
mi piel se quema lento
y me estremecen los espasmos.

Escapé a las calles vacías y frías
para arrastrar, por ellas, los retazos
de mi tristeza y enredarlos
entre las piedras y los cantos,
entre las ramas secas,
pero se enredó mi alma
entre las estrellas…
  
Morgan Le Sorcier. 29-01-22