Irreal

  
Perdido en la inmensidad y en la nada,
entre las estrellas y la melancolía,
de nunca estar cerca de ellas.
Al borde de saltar al abismo,
fuera de mi consciencia.

En el último respiro que puedo contar con ella,
pasando lentamente, por el umbral de la muerte:
sin saber de nada, entiendo que no hay nada.

Como una cortina, amaneciendo,
abro de par en par —a dos manos—
mi pecho y está vacío.
No puedo ver el fondo, como en el universo.

Intento volver atrás para respirar una vez más;
no sé cómo hacerlo.
Solo puedo sentir el dolor febril,
tan intenso que me adormece el cuerpo;
es lo más cercano a estar vivo.

Deslizo mis dedos por los bordes perfectos,
de arriba a abajo —lentamente— no hay resistencia.
Sintiendo, con certeza, lo que sé que encontraré:
lo mismo en todo el recorrido.

La misma vida que fue, es y será, hecha para aplastarme.
El mismo mundo decadente que se derrumba a mi lado,
mientras voy pasando;
intento que no me alcancen sus pedazos;
también me derrumbo por dentro.

Ahora que la vida se volvió este dolor febril.
Ahora que las noches no terminan
y cuando lo hacen, solo dan paso al terror;
¿Voy a poder sobrevivir así, en medio de tanta miseria?
¿Voy a encontrar la forma de volver a respirar
y prolongar esta eterna agonía,
que lleva tanto tiempo, que lleva más de la cuenta?

Miro por la ventana,
con resignación, el cielo gris.
Mientras mi voz, paulatinamente se apaga.
En medio del abatimiento,
mi piel se quema lento
y me estremecen los espasmos.

Escapé a las calles vacías y frías
para arrastrar, por ellas, los retazos
de mi tristeza y enredarlos
entre las piedras y los cantos,
entre las ramas secas,
pero se enredó mi alma
entre las estrellas…
  
Morgan Le Sorcier. 29-01-22

No volverá a ser como antes

  
Veo los techos de los edificios, sus luces y destellos,
emerger entre la noche, desde lo alto del cielo.
En caída libre, siento el viento en el cuerpo.
Lo último que recuerdo
es que estaba durmiendo.

Parece haber sido vencida la gravedad
y termino sutilmente, antes de tocar el suelo,
mi abrupto descenso,
en el centro de la ciudad.
No se escucha nada más que una brisa densa
y mis pasos sobre fragmentos de vidrio y piedra.

Camino cuidadosamente por la calle desierta;
intento entender la ausencia de todos.
Por el suelo, regados la basura y escombros,
de la misma forma que si se hubiera librado una guerra
y ese andar es, por sí solo,
el capítulo de una historia violenta.

A modo de un automatismo, sin conciencia,
que solo cumple la función para la que fue creado,
doblo a la izquierda —que es siniestra—
y en las veredas, apostados,
están los niños sin sus padres; hay tantos de ellos,
uno junto a otro, que ocupan ambos lados;
sufren y lloran sin consuelo.

Como si una mano gigante e invisible me tomara,
soy levantado, abruptamente, a lo alto de nuevo.
Mientras me alejo,
veo los edificios hacerse más pequeños
y a la distancia,
el rayo celeste, que sale de lo profundo del suelo,
se ve envuelto en fuego.

….Una larga pausa oscura y silenciosa…

….La autodeterminación del ser humano no se puede someter…

La rebelión se vuelve cada vez más profunda:
ellos exigen libertad, no creen en la mala fortuna.
Muy dentro de sí, algo les dice que solo es un intento
para someterlos.
En medio de la ira y el caos,
cae envuelto en sangre, un líder asesinado.

La sed de poder es tan fuerte
que, al ver que el elaborado intento no les entrega el control,
provocan una catástrofe relacionada con la radiación
y la disfrazan de accidente.

Semejante a una secta de sagrados nefastos,
solo los que ellos eligen —para que puedan alcanzar sus manos—
son los que pueden acceder a la remediación
para la enfermedad y la intoxicación.

Pero.... la libertad del ser humano no se puede doblegar
y la rebeldía se vuelve aún más intensa.
En la inconmensurable caja donde habitan, se da la lucha final.
Ellos acaparan el frente, es un edificio rectangular,
mientras el resto vive en miseria.

Es allí donde la humanidad consigue su libertad.
En medio del caos, una enorme explosión les da el golpe mortal;
la mayor herida causada por una matanza brutal,
superior a cualquier guerra vista antes.
La cicatriz para el mundo, es imborrable.
  
Morgan Le Sorcier. 28-04-21

Los perdidos

  
En esta noche,
vengo de nuevo ante ti, Oscuridad Divina,
en tu lenguaje maestro.
Si mis palabras no alcanzan,
tú sabes ver en mi mente.

Soy uno de los que conoce nuestra dolorosa oscuridad.
Uno de los que ve a Theos en sueños, más allá del tiempo.
Soy uno de los que lee lo que subyace en tu esencia,
y entiende las palabras de tu idioma complejo.
Soy el que habla con ellos, los sutiles que nos mandas
y el que ve el mundo y su atardecer violeta.

Vengo ante ti, Oscuridad Divina,
para aceptar todo lo que me has dado:
la felicidad, el dolor, la tristeza, la inteligencia, el instinto, los sueños...
y todo lo que tengas para mí.
Vengo ante ti para aceptar el regalo que me has entregado
y a reclamar lo que, gracias a ti, me pertenece…

Ordeno a todo espíritu, demonio, ser, ente o energía
que se encuentre en este lugar,
que venga conmigo y se someta ante mí,
porque yo soy su luz, su oscuridad.
Yo soy el bien y el mal.
Yo soy la alegría y la tristeza infinita.
Yo soy quien los conoce bien.

Ustedes serán los hijos de la oscuridad de mi alma rota.
Ustedes serán mis sueños e intérpretes de ellos
y harán conmigo la venganza justa, cuando yo se los ordene.
Estarán conmigo día y noche.
Seremos todos y a la vez uno.

Desde este momento, no volverán a acometer
contra ningún alma ni ser vivo de este y en este lugar.
Velarán para que toda alma y ser de este y en este hogar
sea próspero y tenga felicidad
porque el dolor es cosa nuestra;
nosotros sabemos de eso.

Enmendarán el daño que le han provocado
a todos los que han pasado por aquí
y si alguien los envió a provocar desdicha y mal,
les ordeno ir a cobrar justicia
en este momento.

Estas son mis órdenes y se deben cumplir
porque los estoy liberando de su condena
para que vengan conmigo…
  
  
Morgan Le Sorcier. 20-04-21

Despedidas

  
Camino pesadamente hacia el descanso eterno,
después de ver mis sueños derrumbarse
—en una lenta danza hacia el suelo—
mientras el dolor tibio anestesia mi cuerpo;
como tantas veces, ahora estoy muriendo.

Las palabras son como truenos que cortan mi voz.
Los versos que un día dije frente a ti,
para contar un poco de mi oscura conciencia,
los lanzas como piedras furiosas sobre mí
para probar si puedo mantener mi inocencia…

Me negaste después de hacer tuya mi razón,
a pesar de todo lo que hice por ti.
No hay lágrimas, ahora sangra mi corazón
y las gotas rompen mi alma por dentro.
Por mis manos, corre mi propio lamento.

Todo es triste y a la vez hermoso,
como el atardecer violeta.
Son tantas las heridas que ya no hay vuelta
y aunque pudiera, ya tuve suficiente;
irreversiblemente, estoy roto.

Esto es todo lo que soy, mi esencia,
y todo lo que jamás podré.
Esta es toda mi desolación
y así, me repito una y otra vez:
solo déjate caer, deja tu conciencia.

Abajo, abajo, abajo, tu corazón está enfermo.
Abajo, hacia la oscuridad profunda y densa.
Abajo, hacia la infinita tristeza.
Deja caer tus lágrimas, deja caer tu sangre.
Mantén la calma y deja caer tus sueños.

La sombra baja sutilmente,
cae sobre mí como el peso de la realidad;
yo no pertenezco a este lugar.
Así pasan las noches largas.
Así pasa el tiempo, indefectiblemente.

Todo lo que me ha quebrado, pasa frente a mí.
No hay palabras que puedan describir,
este intenso dolor, esta intensa tristeza.
Envuelta en fuego como un papel,
se vuelve más irreversible, mi vida cada vez.

Lo poco que queda son recuerdos,
en sueños profundos que pasan como cuentos,
como historias perfectas e inalcanzables,
donde, con los que he perdido, vuelvo a estar;
donde a ellos, con dolor, también debo soltar.

Hoy, como tantas veces, me despido.
Me despido de tu abandono y tu ausencia.
Me despido de tu amistad de conveniencia.
Me despido de tu culpa y soberbia.
Me despido de ustedes tres, que no supieron ser lo debido…
  

  
Morgan Le Sorcier. 09-01-21

¿Dónde estás?

  
Mi mente se escapa al infinito
en un largo, silente y doloroso delirio,
por el pesar de mis sueños muertos
¿Dónde está tu llamado, tu grito,
que me traiga de vuelta de este desierto?

Aún te sigo buscando y puede que pierda,
sin encontrarte, toda mi existencia.
Quizá se consuma mi cuerpo y mi alma,
intentando alcanzarte por sobre las llamas.

La mitad de mí ya son cenizas negras,
de lo que fue el libro de mi vida un día,
a punto de volverme polvo en el vacío
¿Dónde está tu voz, para contarme lo que decía?

Mi corazón es de flores secas
que no pudieron soportar la muerte violenta
de mi lejana primavera.
Se niega a dejar que caigan los pétalos
hacia el olvido en fragmentos
¿Dónde están tus latidos, que lo cuiden del tiempo?

Por dentro sigo siendo un niño
perdido en medio de la oscuridad
que solo aprendió a controlar el miedo
para no dejar de avanzar
¿Dónde está tu luz, que me ilumine el camino?

¿Dónde está el calor de tu abrazo,
que se lleve esta tristeza fría?
¿Dónde está el silencio, que escuche
mi voz describir la desolación de este mundo?
¿Dónde estás tú para caminar a mi lado
y tu mano, que nunca suelte la mía? 
  
Morgan Le Sorcier. 07-03-20