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No volverá a ser como antes

  
Veo los techos de los edificios, sus luces y destellos,
emerger entre la noche, desde lo alto del cielo.
En caída libre, siento el viento en el cuerpo.
Lo último que recuerdo
es que estaba durmiendo.

Parece haber sido vencida la gravedad
y termino sutilmente, antes de tocar el suelo,
mi abrupto descenso,
en el centro de la ciudad.
No se escucha nada más que una brisa densa
y mis pasos sobre fragmentos de vidrio y piedra.

Camino cuidadosamente por la calle desierta;
intento entender la ausencia de todos.
Por el suelo, regados la basura y escombros,
de la misma forma que si se hubiera librado una guerra
y ese andar es, por sí solo,
el capítulo de una historia violenta.

A modo de un automatismo, sin conciencia,
que solo cumple la función para la que fue creado,
doblo a la izquierda —que es siniestra—
y en las veredas, apostados,
están los niños sin sus padres; hay tantos de ellos,
uno junto a otro, que ocupan ambos lados;
sufren y lloran sin consuelo.

Como si una mano gigante e invisible me tomara,
soy levantado, abruptamente, a lo alto de nuevo.
Mientras me alejo,
veo los edificios hacerse más pequeños
y a la distancia,
el rayo celeste, que sale de lo profundo del suelo,
se ve envuelto en fuego.

….Una larga pausa oscura y silenciosa…

….La autodeterminación del ser humano no se puede someter…

La rebelión se vuelve cada vez más profunda:
ellos exigen libertad, no creen en la mala fortuna.
Muy dentro de sí, algo les dice que solo es un intento
para someterlos.
En medio de la ira y el caos,
cae envuelto en sangre, un líder asesinado.

La sed de poder es tan fuerte
que, al ver que el elaborado intento no les entrega el control,
provocan una catástrofe relacionada con la radiación
y la disfrazan de accidente.

Semejante a una secta de sagrados nefastos,
solo los que ellos eligen —para que puedan alcanzar sus manos—
son los que pueden acceder a la remediación
para la enfermedad y la intoxicación.

Pero.... la libertad del ser humano no se puede doblegar
y la rebeldía se vuelve aún más intensa.
En la inconmensurable caja donde habitan, se da la lucha final.
Ellos acaparan el frente, es un edificio rectangular,
mientras el resto vive en miseria.

Es allí donde la humanidad consigue su libertad.
En medio del caos, una enorme explosión les da el golpe mortal;
la mayor herida causada por una matanza brutal,
superior a cualquier guerra vista antes.
La cicatriz para el mundo, es imborrable.
  
Morgan Le Sorcier. 28-04-21

Desde la distancia

  
Abandoné el umbral de la puerta
para adentrarme en la oscuridad.
Era tan denso el manto negro
que parecía poder asfixiar,
pero era tan suave y ligero el viento
que calmaba mi ansiedad
y el trémulo deseo de dar la vuelta.

Caminé por la arboleda moribunda,
sintiendo el crujir de las hojas secas.
Escuché la inmensidad del horizonte distante;
mi espíritu viajó al pasado en instantes
a contemplar todos los hechos de cerca,
que dejaron en la humanidad su marca profunda,
y que ahora se cuentan como historias viejas.

Mientras cruzaba entre las sombras irregulares,
me perdí en un sueño oculto.
Vi el mañana en una historia extravagante
y mi mente quedó abierta al futuro.
Todos los días y a cada momento,
pasan frente a mí, infinidad de fragmentos
del largo y enrevesado sendero incierto.

Todo está en calma; las tibias lágrimas
ruedan por mi rostro hasta caer al vacío.
Lentamente regreso a mi cuerpo;
el caos da paso al susurro del viento.
Vuelvo a caminar por el paisaje sombrío
para mirar de nuevo a las ánimas
desde la distancia de mi ser abatido.

Intenté volver a través de los adoquines
y al poco andar me di cuenta
de que ya no pertenezco a este mundo.
Puedo apreciar todo desde fuera,
pero mi mente está más cerca de los confines
donde yacen los sueños difuntos,
donde las almas perdidas residen... 
  
Morgan Le Sorcier. 24-09-14

Tierra bella y siniestra I

  
Tierra bella y siniestra,
que atrapas nuestros sueños en tu esencia,
que usas nuestras vidas para dar sentencia muerta;
¿por qué no les muestras?:

como ellos, también somos humanos.
Nuestras vidas se consumen en el tiempo, somos mortales;
hijos del mismo universo, pero no somos iguales.
Nosotros, la daga asesina que empuñan tus manos.

Nos das la felicidad de una sonrisa llena de maldad
cuando nos presentas por completo a la luna,
tu misteriosa esclava cautiva por la eternidad,
que brilla en medio de la oscuridad nocturna.

Levantas nuestros rostros hacia ella;
posesión violenta. Se hace más fácil caminar sobre la realidad,
hipnotizados, sintiendo en el alma las ganas de dañar.
Alucinante luna, alucinante tierra bella…

Como en un ritual de sacrificio,
los tienes frente a ti tendidos, engañados,
mientras el-filo-de-tu-odio airado
pesa cargado de tus ansias de venganza, cual maleficio,
sobre sus fríos corazones malvados.

Plantaste semillas de destrucción en tu vientre;
echaron raíces en nuestras mentes.
Calmas su sed con el dolor que corre en cascada,
tibia y amarga tortura bajo nuestras miradas.

Tierra bella, tierra siniestra,
voy a llorar y destruir hasta que mi espíritu se desvanezca.
Mi voz, mi mente volverán a ti cuando ya no sirva sufrir
y, feliz de mi suerte, aceptaré mi fin:
ser parte de tu gran venganza, ser tu escudo para no verte morir… 
  
  
  
  
Morgan Le Sorcier. 24-03-10